domingo, 25 de octubre de 2015

INTRODUCCIÓN

Según (Hecht 1998), el uso contemporáneo del término “Agroecología” viene de los años 70, pero la ciencia y práctica de la Agroecología son tan antiguos como los orígenes de la agricultura. A medida que los investigadores analizan las agriculturas indígenas, las que son reliquias modificadas de formas agroeconómicas más antiguas, se hace más notorio que muchos sistemas agrícolas desarrollados a nivel local, incorporan rutinariamente mecanismos para acomodar los cultivos a las variables del medio ambiente natural, y para protegerlos de la depredación y la competencia. Estos mecanismos utilizan insumos renovables existentes en las regiones, así como los rasgos ecológicos estructurales propios de los campos, los barbechos y la vegetación circundante (Restrepo, J et al. 2000)

Por otra parte la educación contemporánea es confrontada por desafíos sin precedente y se ve convocada a repensar sus principios, métodos y objetivos. Una parte importante de los retos que hoy interpelan a la educación emerge de dos conjuntos asociados de procesos detonados por la revolución industrial e intensificados en las últimas décadas de globalización del capital. En primer lugar, está la crisis ambiental planetaria, caracterizada por alteraciones dramáticas en el clima, en los ciclos de nutrientes y del agua, por pérdidas alarmantes de biodiversidad, entre otros procesos (Millenium Ecosystem Assessment, 2005). La manera como hemos estado modificando las condiciones ambientales para el sustento de la vida en sus formas más diversas se refleja ahora en la disminución de la calidad de vida de muchos y en la menor probabilidad de que futuras generaciones dispongan de los recursos necesarios para el mantenimiento de su bienestar. En segundo lugar, en interacción con los desafíos a que nos compelen los procesos socioambientales mencionados, se encuentra el fenómeno de la creciente urbanización de la vida humana.


De ahí la importancia  de realizar un acercamiento a la práctica agroecología desde las aulas  ya que la educación agroecológica es una teoría práctica así como una práctica teórica. La estrecha conexión entre estas dos dimensiones permite tanto el perfeccionamiento de teorías a partir de la experiencia como la orientación de la práctica por estudios científicos muchas veces conectados a otros saberes. El aprendizaje activo o experiencial expresado por el lema “aprender haciendo” es central en metodologías agroecológicas, las cuales también se benefician de las enseñanzas provenientes de la educación popular; finalmente, investigadores, docentes y estudiantes interactúan productivamente con miembros externos a la academia, intercambiando saberes, construyendo soluciones a problemas socioecológicos e implementándolas. Estas acciones son mantenidas a través de lazos entre la academia y comunidades rurales y urbanas, así como con movimientos sociales campesinos, indígenas, de barrios, entre otros (Merçon, E 2012).


REFERENCIAS

Hecht, Susanna (1998) Evolución del pensamiento agroecológico. CLADES. Programa de Educación a distancia Centro de Investigación y Desarrollo. CIED. Lima 33, Perú. pp 4-18.

Merçon, Escalona Aguilar, Noriega Armella, Figueroa Núñez, Atenco Sánchez y González Méndez. (2012) CULTIVANDO LA EDUCACIÓN AGROECOLÓGICA El huerto colectivo urbano como espacio educativo, RMIE, 2012, VOL. 17, NÚM. 55, PP. 1201-1224 (ISSN: 14056666) Revista Mexicana de Investigación Educativa

Millenium Ecosystem Assessment (ma) (2005). Ecosystems and Human Well-Being, vol. 1: Current State and Trends, Washington dc: Island Press. Disponible en: http://www.millenniumassessment.org/en/Condition.aspx (consultado 12 de marzo de 2012).

Restrepo José M., Diego Iván Ángel S. y Martín Prager M.. (2000). Agroecología

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